La chica naranja vino de visita la semana pasada. Solo una semana. Una semana de turismo mientras yo tenía que trabajar, lo cual me dio mucha rabia. Porque justo la semana anterior y la posterior he estado libre como un pajarillo haciendo nada, si hubiera coincidido con la visita podría haber estado todo el día con ella...
Llevarla a todos los sitios que salen en las películas y los sitios que han sido "mis" sitios durante los últimos nueve meses.
Aunque hay personas con las que no hace falta estar todo el día para reconectar al segundo. Y volver a hablar a la vez sin querer después de diez meses sin vernos. Y tener que explicar que, en serio, es sin querer... Salir y reir y vacilar a tipos que intentan hacer encuentras extrañas, impudorosas e impertinentes sin hacer un estudio previo en condiciones. Gritar nombre y apellidos en Deli a altas horas de la madrugada mientras esperamos un bocadillo de pastrami que nos sabe a gloria pese a la mayonesa. Hablar por las noches sin parar hasta caer rendidas...
Durante el fin de semana: patear sin parar y enseñarla cosas bonitas como el Soho y, también, ir a ver cosas preciosas por primera vez con ella como Columbia. Y cuando vuelva a Columbia siempre tendrá un aura naranja ;)
Dejar que me enseñe cosas que a estas alturas sigo sin saber. Aprender a mirar sin parar. Me acuerdo de cuando la gran Cristinita antes de venir me escribió un par de emails en los que siempre ponía "no dejes de mirar" sin saber cuánta falta me hacía porque, sigo igual de ciega. Prometo empezar a mirar, o, al menos, intentar aprender.
1 comentarios:
Pues mira, mira, no pares de mirar.
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Tu flan